10 de julio de 2010



Los días se convierten en tornadizos y, sin darnos cuenta, olvidamos. Volvemos a casa y parece que nos volvemos del revés. Así, el lapso desaparece y, aunque (creo que desgraciadamente) volvemos con nuevos filtros mentales, redimimos el ayer. Creo que recuperar todo esto en un momento, se convierte en una sensación grandiosamente gratificante. El aire es desmesurado y no nos cabe en el pecho, se trata de un bienestar, ¡cuán bienestar! el que hemos extraviado. ¡Ay! de un momento a otro, nada necesitamos, estamos cómodos, nos encontramos con los de siempre y nada altera nuestro estado mental. Había olvidado cuanto me gustaba dar paseos por aquella ciudad lagunera e ir de bar en bar sobrestimando nuestro "agotamiento", bebiendo cafés por doquier. Vivir el privilegio de no tener que hablar demasiado y comunicarme casi visualmente. Regocijarte con boberías que llevabas tiempo sin vivir, pues, a día de hoy, caes en la cuenta de que son particulares y que con nadie más podrás compartir. Creo que necesitaba todo esto y agradezco tenerlo.

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