9 de noviembre de 2010

Me están saliendo los cordales, y esto me produce tal dolor, que ni pensar me deja. Gracias a la pelota que me ha salido en el moflete, hablo como una palurda. Total, que fui al centro de urgencias más cercano, que está en el barrio de "Guanarteme". Este, a su vez, se encuentra al lado de la playa de una ciudad capitalina, "Las Palmas". Pues bien, parece un barrio del extra-radio pero de hippis de todas las edades. Y claro, el personal del centro, se adapta a su clientela.

Así pues, creí que iba a estar lleno de doñas que van a pasar el rato a urgencias y a hablar con otras doñas del barrio. Me equivoqué. Las señoronas tienen horario y no hay mejor hora para charlar que las tardes de 5 a 7. En consecuencia, pasé a la consulta de la médica, nada más llegar; y empecé a decirle cuan guapa y joven era. Me dijo que me iban a pinchar urbason, y le pregunté que si me iba a pinchar ella, me dijo que no, pregunté que si era el médico que estaba al lado y tampoco; y le di el coñazo un rato más hasta que terminó de escribir mi ficha.

Más tarde, Procedí a la zona de enfermería donde si que me iban a pinchar. El enfermero, el único que había,  empezó a vacilarme desde la puerta diciéndome que si me cobraba y no se qué. Me metió para dentro y me dejó esperando. En este momento empezó la investigación "inspector gachet".

En primer lugar, la mesa (una de esa de tantas de aluminio para dar impresión de pulcro) estaba llena de polvo, y sobre ella reposaba un radio-caset que debía de ser de principios de los noventa. La música que transmitía ese aparatejo, me fue imposible de reconocer. En segundo lugar, estaba todo colocado en estantes sin puerta, que daban un aspecto de desorden atroz. Además, había hasta cajas en el suelo, que empecé a observar una a una. Una de ellas sellada con cinta aislante y con permanente arriba, que ponía: "no encuentro la tapa, 7/11/2010". Otra estaba llena de cajas de medicamentos de esos que, según mi compañero de piso, regalan a todo el mundo. En adición y, para aliñar la tragedia, todas y cada una de las cosas que habían en esta sala, estaban etiquetadas a permanente y caligrafía espectacular. Lo que me sorprendió que, HASTA LA PAPELERA, tuviera su letrero: "papelera".

Tras unos minutos investigando aquel caos, llegó el enfermero. Del delirio, comencé la conversación preguntándole "¿que, que no encuentras la tapa?" El pobre hombre se quedó patinando. Le expliqué, y empecé a decirle todas las cosas locas que había visto. Más tarde, mientras me preparaba el pinchazón, le pregunté que si regalaban medicamentos, que mi compañero de piso me había dicho que lo hacían. El enfermero siguió con el vacilón y empezó a ofrecerme pero no accedí. A todas estas, empezó con bromitas relacionadas con el pleito insular (que no me hacen gracia un cojón), al darse cuenta que mi acento era de la isla de al lado.

Más tarde, cuando ya consiguió preparar la jeringuilla, que no se si duró un quintal adrede, porque mi delirio le hacía gracia; me señaló la camilla en la que debía colocarme. Le dije que si me tenía que acostar y me dijo que no hacía falta. Antes de cualquier cosa, le dije que no me bajara mucho el pantalón que me daba vergüenza, y me quitó la preocupación con un par de palabras. Me puso de pie, frente a la camilla y con el tronco algo inclinado hacia delante. Se puso justo detrás y mis neuronas inéditas hicieron que dijera: "Dios mío, ¿qué pornográfico esto, no?, ¿me puedes colocar en otra posición? Y el tipo se descojonó (normal, que puta vergüenza), y añade: "ay niña, esto así, sin preámbulo alguno". Me pinchó. Y me fui asustada y con un ataque de risa afuera, donde me esperaba mi otro compañero de piso.

Luego fuimos a tomar helado.

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