13 de diciembre de 2010

Tenía ganas de escribir por aquí los mil y un sucesos graciosos y catastróficos que me han pasado en los últimos días. Como por ejemplo, la genial idea de mi compañero de piso de ponerse a descuartizar un pollo a martillazos, un domingo, a las 10 de la mañana mientras todos duermen. Peor aún, no darse cuenta de que la ha cagado cuando nos vamos despertando uno a uno y seguimos la misma dinámica: Cara de mala hostia brutal, mirar al pollo, luego a él (de mala hostia también) e ignorarle. Pero es que donde no hay, no se puede sacar.

En definitiva, no voy a seguir contando efemérides graciosas porque aún soy "teenager", lo que demasiado sentida; y llevo toda la tarde con la lagrimilla en el ojo. Pues bien, he suspendido el examen para el que más he estudiado en mi vida, tras mirar la nota (que salió hoy), procedí a descorchar una botella de lambrusco y me la he bebido viendo glee y comiendo palomitas (a las 12:00 del mediodía). Más tarde, cuando me desperté de la majestuosa siesta, llamada espectacular, que me ha hecho aguantar la respiración todo el rato.

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