28 de junio de 2010




Acabo de despertar. Es incluso injusto que diga que va a ser un día horroroso. 


Por el momento escucho Lolaila Carmona de Napoleon Solo desde la terraza de mi piso tomando café y fumando el primer cigarro del día. La canción habla de aquellos días en los que mejor sentirse muerto, mi estado físico lo secunda, el grisáceo que baña este cielo encapotado lo reafirma. El regalo que me da mi terraza con estas vistas, no puede estar a favor de lo anterior. 

Me alojo en el 11, por lo que, desde aquí veo todo ciudad jardín, esa maravilla de la que la que tanto me hablaba mi abuela cuando era chica. Se crió allí y según tengo entendido, tuvo una infancia bastante pintoresca. No me extraña. Parece un paraíso dentro de la ciudad, exento del ruido urbano. Plagada de palmeras, árboles y jardines; como si de una gran urbanización de las afueras se tratara. 
Desde mi terraza también veo el mar. Me hipnotiza. A veces me asusto y dejo de mirarlo, por miedo a que algún día me canse de hacerlo (aunque lo dudo). En esa parte de mar que puedo apreciar desde aquí, se encuentra parte del puerto. Los barcos van y vienen, otros no tanto; yo no lo noto. Creo que la imagen de este trocito de mar se mantiene inmutable en mi mente y a penas puedo diferenciar el movimiento de estos móviles marinos. 

Quiero ser como ellos y no quiero tener un exámen mañana.

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